FIESTAS DE CORELLA 1935

 

Por razones obvias hoy es un día para la nostalgia. Y para que ésta no nos abrume será bueno echar la mirada atrás, a la historia de nuestras fiestas, y recrearnos en cómo disfrutaban de estos días tan especiales los corellanos y las corellanas de antes más. Nada mejor para este propósito que la lectura de la crónica de las fiestas del año 1935, que transcribimos a continuación y que fue publicada en el periódico "LA VOZ DE CORELLA".


Resumen de nuestras fiestas

Finalizaron el día 30 del pasado mes de septiembre las fiestas tradicionales de nuestro pueblo sin que, en los kilométricos días de su duración, tuviéramos que lamentar el menor incidente, lo más hermoso, sin duda, de las mismas, ya que no podemos decir otro tanto de los festejos taurinos que, al decir de las gentes, no se ha visto en nuestro circo taurino cosa peor ni más mala.

Mas sigamos detallando los diversos espectáculos celebrados con sujeción al programa presentado por la Comisión de Festejos del M. I. Ayuntamiento, ya que ocho días de continuo jaleo y movimiento dan al repórter bastante materia para emborronar unas cuantas cuartillas.

El día 23, a las doce horas, el volteo de campanas y el tronar de cohetes y chupinazos despertaban en los corellanos el alborear de nuestras fiestas, y tanto chicos, como mayores denotaban en sus rostros la alegría y júbilo, propios de estos días, mientras otros se disponían con gruesos palos, y en compacta muchedumbre, a ir en busca de las reses que habían de ser la nota más característica y tradicional de nuestros festivos días al lanzarlas emboladas y ensogadas por las calles de la ciudad, poniendo en tensión a los pocos conocedores de este programa, verdaderamente popular, como son los escasos visitantes que en los primeros días caen en este rincón ribereño.

Por la noche tuvo lugar en la Iglesia de la Merced la solemne Salve y Novena, cantada por la Capilla de Música, reforzada con valiosos elementos corellanos que para pasar estos días con sus familiares se encontraban entre nosotros.

A las nueve y media de la noche, la Banda Municipal, bajo la dirección del competente músico D. José María Ausejo, ejecutó alegres bailables en la P. de la Merced y pudimos ver, a pesar del fresco viento reinante, una gran multitud de gentes de todas las clases sociales, edades y sexos, que, olvidando las amarguras de la vida, endulzaban sus sacos estomacales con los sabrosos churros de la simpática Emilia Gil.

Terminó la Banda su primera actuación y todavía la gente joven siguió rondando las calles y plazas, como si fuera ya el último día de fiestas y sintiera quedarse sin alegría.

El día 24, festividad de Ntra. Sra. de la Merced, nos despertó la Banda Municipal con sus melodiosas notas musicales, arrancadas a una inspiradísima diana de la que pendían absortos infinidad de acompañantes dando la vuelta por el pueblo entero, terminando en los puestos de churros, con los que dieron principio a su desayuno, si para entonces no llevaban algunos unos cuantos “medios”.

La Función religiosa celebrada a las diez de la mañana en la Iglesia de la Merced y en la que cantó las glorias de María un P. Pasionista de la residencia del Villar, fue un verdadero acto conmovedor ante la religiosidad de los fieles concurrentes que llenaban por completo las amplias naves de dicha Iglesia.

Por la tarde, al café, unos y a trabajar, otros, pues de todo hubo, pero los más a disfrutar de estos días que solo vienen, como decían algunos, una sola vez al año.

A las cuatro de la tarde, ya teníamos nuestra vaquilla con ánimo de dar jaleo, y, por cierto, que lo dio, pues si revolcones no vimos ninguno, carreras sí que vimos bastantes y algún coscorrón también. Fue un animal hermoso, de mucha bravura y muy apto para la soga.

Encerrado el astado, empezamos a sentir los primeros acordes de un brillante pasodoble que la referida Banda Municipal ejecutaba en la Plaza de la Merced, plena de chicos, jóvenes y viejos, muchos de estos añorando aquellos tiempos de su juventud pero resignados con sus años, aunque alegres y conformes de ver gozar a los demás.

Por la noche, en la Plaza de los Fueros, iluminada espléndidamente con cientos de bombillas, los émulos de Beethoven, interpretaron modernas y bien ejecutadas composiciones musicales, mientras en los entreactos los jóvenes corrían a llenar los espaciosos locales destinados a Bailes públicos, del amigo Galarreta y <<La Flecha>>.

Finalizó la música a las 12 de la noche y aún pudimos ver a las tantas de la madrugada a bastantes trasnochadores que, por lo visto, o no tenían cama o ganas de dormir.

El día 25 transcurrió con el mismo bullicio y alegría que el día anterior. Los mismos festejos, pero con mayor abundancia de “pesca”, sobresaliendo la “merluza”, pudiendo afirmar se queda corto el inmenso Atlántico, con las piezas que se cobran en las estancadas aguas de La Mutual, Rapatán y congéneres.

El 26, a las nueve de la mañana, tuvo lugar la carrera pedestre, en la que tomaron parte ocho jóvenes con buenas piernas y mejores nervios, pero como todo lo que reluce no es oro, fueron abandonando la carrera, hasta que solo quedaron dos, obteniendo el primer premio Dámaso Vallés.

A continuación y después por la tarde, nuestra vaquilla, con los consabidos sustos y carreras y por la noche los bailables de rigor, a cargo de la misma Banda.

El 27 tuvo lugar la gran carrera ciclista, con un recorrido de 70 kilómetros y en la que también tomaron parte hasta diez corredores, pero que a la meta solo llegaron cinco, adjudicándose el primer premio Victoriano López que hizo el recorrido en una hora cincuenta y cuatro minutos.

También la gente joven y algún “casao” se divirtieron de lo lindo durante los bailables de la noche, y como el tiempo se mostró propicio a la algazara también vimos infinidad de “secos” y “mojaos” durante las horas en que la gente seria se había retirado a descansar.

El 28, víspera de nuestro Celestial Patrón S. Miguel, tuvo lugar en la P. de Toros de nuestra ciudad un gran concierto a cargo del Laureado Orfeón Pamplonés, que bajo la mágica batuta del insigne Maestro D. Remigio Múgica, interpretó, como él solo sabe hacerlo, un estupendísimo programa seleccionado para Corella, sabedor del sentimiento musical que abrigan los corellanos, y que pudieron reconocer, tanto el Director como los demás componentes, al escuchar las estruendosas ovaciones en aquellas obras del mejor gusto artístico.

Variado fue el programa, y, todo él, premiado con abundantes aplausos y vítores.

Después del concierto se obsequió a la Masa Coral con un suculento calderillo, típico en nuestra ciudad, haciendo grandes elogios del mismo los excursionistas, los cuales marcharon al Casino de Corella unos, y a la Juventud Católica otros, a tomar el consabido moka, hasta las siete de la tarde en que, jubilosos, partieron en sus cinco autobuses a la Capital de la Provincia.

En la Plaza de Toros tuvo lugar, este mismo día, un espectáculo taurino, ajustado al siguiente programa: Desencajonamiento de los novillos que fueron lidiados el día de S. Miguel, muerte de dos becerras a cargo de aficionados de la localidad, y complemento taurino.

Nuestros paisanos, en cuyas cuadrillas figuraban como espadas Vicente Barenas y Santiago Sanz, demostraron sus grandes dotes de lidiadores, cosechando multitud de aplausos, recibiendo, además, como premio a sus trabajos los apéndices auriculares de sus enemigos.

En la Iglesia de S. Miguel, se celebraron solemnísimas Vísperas del Santo, y por la noche, Novena y Salve a toda orquesta, con asistencia de todo el Clero de la Ciudad, oficiando de Preste el Sr. Párroco-Arcipreste de la Parroquia D. Serafín Jimeno.

Por la noche y en los intermedios musicales, se quemó una bonita colección de fuegos artificiales, que llenaron las más exigencias de los entendidos de esta materia, aunque hubo una pequeña sorpresa para todos al no salir la efigie de S. Miguel en la última rueda, como todos lo esperábamos.

Y decimos que fue sorpresa para todos porque nos consta que la Comisión, la primera sorprendida, ordenó, con insistencia, que el cuadro de S. Miguel había de poner fin remate a los fuegos.

Terminó la música y fuegos, y unos a dormir y otros a deambular por calles y plazas hasta que sus fatigados cuerpos dieran con el duro suelo que les sirviera de lecho hasta la madrugada.

El amanecer del día del Patrón fue alegrado con bonitas dianas, ejecutadas con singular maestría por la Banda Municipal, con disparo de bombas y del bailar de los jóvenes, para quienes, los seis días transcurridos, no hacían mella en sus pocos años.

A las ocho, lo mismo que el día anterior, que hemos dejado de consignar, tuvo lugar el encierro del ganado que había de lidiarse por la tarde, espectáculo de máxima emoción, de asistencia de personal, sin límites, y, de una gran afluencia, después, al circo taurino, en donde se corrieron algunas vaquillas emboladas para los futuros ases a sastres.

A las diez, tuvo lugar, en la Parroquia de S. Miguel, la gran Misa solemne cantado por la Capilla de Música, la que, al igual que el día 24, la reforzaron valiosos elementos corellanos, interpretándose una gran Misa del Mtro. Peresí, y en la que cantó las glorias de nuestro Patrón el joven sacerdote, paisano nuestro, D. Serafín Ayensa, el que, pese a sus pocos años, y a ser el primer sermón que predicaba, después de cantada su primera Misa, hacía tres meses, se nos reveló como un gran orador, recibiendo multitud de felicitaciones por su brillante actuación.

La Procesión que, una vez terminada la Misa, salió por las calles de nuestra Ciudad, fue, como lo viene siendo, sobre todo en estos últimos años, un ejemplo de religiosidad y de fe del pueblo corellano.

Dos grandes filas de hombres, con sus largos cirios, como aquí les llamamos, cubrían más de la mitad del trayecto a recorrer por la Procesión, la cual era presenciada por un gran gentío, todo descubierto, haciendo honor a sus sentimientos religiosos y educación social, sin que esto quiera decir que no hubiera, de la misma manera, algunos otros, pocos, muy pocos, pues podíamos contarlos con los dedos de la mano, que no demostraban ni lo uno ni lo otro.

Terminada la procesión y colocado el Santo en artístico dosel, se expuso S. D. M. y acto seguido se celebró la Misa de doce, para los madrugadores, mientras los otros marchaban a escuchar aires de melodía que brotaban de los afinados instrumentos de la Banda ejecutando un gran concierto en el kiosco de la P. de los Fueros, artísticamente adornado con flores naturales, que mereció unánimes elogios de los vecinos y visitantes.

Terminado el concierto, a comer, después al café y por la tarde al circo taurino.

Nada querría decir de cómo se desarrolló la corrida; y digo esto porque al repórter le agrada más consignar actos de elogio que de protestas, pues estas estuvieron a la orden del día en nuestro coso taurino, merced a la mansedumbre de los cornúpetas del Sr. Casas y a la desdichada actuación de los novilleros, encargados de su despacho al matadero, Rey Conde, Niño de Haro y Edmundo Cepeda, y en la que tuvo que intervenir el respetable ante la burla tan manifiesta y que si bien pudo dar lugar a ser el principio de haberse amargado las fiestas, la cordura de los más y la transigencia de la mayoría de los espectadores fueron causa de que todo quedara en una viva protesta de pulmón y silbidos, y a casita que es tarde (eran las siete de la tarde cuando la plaza quedaba vacía).

Continuó el danzar por la noche mediante la intervención de la misma Banda que cerró el día de S. Miguel con alegres jotas y flamencos pasodobles hasta las doce en que todos marchamos a descansar, aunque también quedaron algunos chipirones y cangrejos por la calles.

El día 30, último de nuestras fiestas, no pudimos escuchar la diana anunciada porque verdaderamente estábamos rendidos y un pesadísimo sueño embargaba todo nuestro ser, aunque, una vez levantados, nos enteramos que no había habido diana porque no había consignación para ello en la Comisión. Menos mal, nos dijimos para nuestro capote. Ahora que los concejales, a quienes se obsequia en estos días ejecutando algunos números en sus respectivos domicilios, se han quedado sin poder obsequiar a las huestes del Sr. Ausejo, con gran sentimiento de dichos ediles.

A las nueve de este día tuvo lugar el encierro del ganado para la lidia que se celebró por la tarde, y acto seguido, en el circo taurino, los consabidos embolados, con sustos, revolcones y rotura de alguna que otra prenda de vestir.

A las doce de la mañana, y cuando ya habíamos desistido de asistir al concierto que los programas anunciaban, el cual, según nos manifestaron después, había sido suspendido por la mismas causas que la diana, vimos, con singular sorpresa, ascender por la escalerillas del kiosco al “Jaulero” con su bastúa y al “Ríos” con su hermoso y bien tiplado bombo, y dijimos para nuestro capote: Pues tenemos concierto ¿Quién será el alma caritativa que lo sufrague?

Por la tarde las Hermanas Palmeño no hicieron ni fú ni fa con los cuatro astados, también del Sr. Casas, no porque las chicas no quisieran trabajar sino porque los bichos debían tener patera, y al primer capotazo la res al suelo. Creo será mejor no reseñar el espectáculo de toros, lector, porque ya que no sufriste presenciando la indecencia de corridas que este año nos ha colao dicho ganadero, no queremos que sufras si te decimos la verdad. A otra cosa, Nicasi… a.

Presenciamos el desfile de los toros, que fue lo más saliente de este espectáculo; y con varios amigos, ya metidos en canas, y con bastante descendencia por detrás, quisimos hacer también una de las nuestras y para ello encargamos a nuestra cocinera honoraria nos preparara unos pollitos (no pollitos pera) con buenas extremidades bajas que en unión de otras menu[d]encias y un gruyere del amigo Azkona, nos hiciera olvidar, aunque de momento, que no estamos para estos pormenores, y que detrás de la faldriquera te alegraban las orejas, con sus angélicas voces, esos seres de nuestro corazón para quienes es todo lo que poseemos, bienes, cariño y vida.

Terminamos el condumio, como dice un íntimo amigo nuestro, y ya remozados con el riquísimo néctar de los mejores frutos de nuestro viñedo corellano, salimos a la calle, que, aunque parecíamos tener tres o cuatro lustros menos, bien pronto la realidad nos hizo ver que nos engañábamos miserablemente.

Es la vida, nos decíamos, mientras a nuestro lado bailaban entusiasmadas unas cuantas parejas sintiendo cómo el transparente reloj de la Parroquia del Rosario anunciaba haber finalizado el día 30, dando paso al mes del Rosario.

Habían terminado las fiestas de 1935. Ciertamente habían terminado como deben terminar siempre: sin riñas, sin disgustos, con la sana alegría de los que siempre deben vivir en paz, gozando honestamente las cortas horas de esta vida, sin necesidad de amargárnosla por fútiles pretextos.

En los días 27, 28, 29 y 30 se celebraron en el Casino de Corella animados bailes, con gran concurrencia de danzantes y ello fue debido a la novedad de que aquellos, así como los conciertos a la hora del café, estuvieron a cargo de una eminente orquestina del Teatro Gayarre, de Pamplona.

También en el Teatro Cervantes actuó la Compañía de Comedias de María Cañete y Pedro Barreto, interpretando modernas obras teatrales de las que el público asistente salió satisfecho.

Antes de terminar, deseamos felicitar, en primer lugar, a las Autoridades, por el desarrollo normal y máximo orden habido durante los días de fiestas.

A nuestros paisanos extendemos también nuestra felicitación, al dar ese alto ejemplo de ciudadanía a los forasteros que nos han honrado con su visita, en donde habrán podido notar que, Corella, fiel a su tradición y a sus sentimientos religiosos y patrios, sigue siendo la Corella de sus antepasados, con los mismos sentimientos tradicionales que desea donar a sus hijos, ya que así solamente se hace patria: engrandeciendo con su trabajo y con sus modales al pueblo que le vio nacer, para que este rincón de la ribera de Navarra sea el faro de orientación en que los demás pueblos se miren en sus correrías futuras.

Y a todos nuestro paisanos, que en los días transcurridos les hemos tenido como huéspedes, les deseamos, asimismo, que al llegar a sus casas puedan contar a sus deudos que su pueblo, nuestro querido Corella, es la misma Ciudad que abandonaron años atrás por circunstancias especiales de la vida y que esta tierra sigue tan hospitalaria y tan bondadosa que no encuentra diferencias entre los que el destino hace vivir en su morada y los que, con tristeza, han salido de su casa para poblar otros puntos de nuestra península.

Que hayáis llevado buen viaje, y, hasta el año que viene.

Z

 

[La Voz de Corella, periódico quincenal, año III, nº 42, 13 de octubre de 1935]


Addenda: El 17 de septiembre de 1933 se editó el primer número de la publicación quincenal La Voz de Corella. Estaba promovida por los párrocos de la Ciudad y dirigido por el presbítero Bernardo Catalán. Además de información general variada y algún artículo doctrinario destaca en este periódico la propaganda política desplegada a favor del Bloque de Derechas, en ocasiones expresada con cierta agresividad, con ataques personales contra el concejal Vicente Campos, contra el secretario de las Juventudes Socialistas, contra los empleados municipales, etc.

El artículo que hemos transcrito, firmado con el seudónimo Z, contrasta en cierto modo con la línea editorial del periódico, puesto que aunque destila ideología católico-conservadora, se muestra moderado en sus juicios y realiza un llamamiento a la convivencia que, desgraciadamente, fue truncada al poco tiempo.

 

 

Las hermanas Palmeño

 


 

 

 



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