QUISIERA TU AMOR

 


La corellana María Villar Sanz López (Mariavi Sanz) acaba de publicar su segunda novela, QUISIERA TU AMOR,  dando muestra nuevamente de su extraordinaria vis narrativa. Como en su primera novela, LA INOCENCIA DE UNA FLOR, su relato nos sumerge en un torbellino de emociones que nos engancha y nos impele a seguir leyendo. En estos días de verano, de ocio y tranquilidad, la lectura es una de nuestras actividades favoritas y por eso queremos recomendaros este libro de lectura gratificante que, a la par, nos invita a reflexionar sobre los aspectos más intrigantes de la vida. Para los que no conocéis todavía la obra de nuestra paisana os ofrecemos el primer capítulo de su nueva obra. Estamos seguros de que cuando lo leáis, querréis continuar su lectura. ¡Ánimo y a disfrutar!

LA AUTORA:



SINOPSIS:



1er CAPÍTULO:

Castillo de Inverness. Highland, Escocia, 1817 

Por fin el día había terminado. La noche, acompañada de su oscuridad, se extendió por todo mi hogar como un manto de lava que lo inundó todo a su paso. A través de las almenas de la gran torre del homenaje, observé que las murallas de piedra, altas y gruesas, que rodeaban la fortaleza producían unas sombras enormes y aterradoras dentro del gran patio de armas. La luna con su resplandor ayudaba a iluminar parte del lugar, y la penumbra de sus edificios se mezclaba con las diferentes dependencias construidas para el uso de la vida diaria. Mientras observaba con atención, podía distinguir la silueta de los establos, el pozo, la herrería, el invernadero, el almacén de víveres y hasta el gran portón de madera con verja de hierro que nos protegía de posibles asedios. 

El castillo era una fortificación defensiva que databa del siglo XV. Estaba situado en un acantilado que nos permitía divisar con claridad el lago Ness y sus hermosos alrededores. En ese mismo lugar habían existido otras construcciones anteriores que, debido a las guerras y al saqueo, habían sido destruidas casi en su totalidad. Sin embargo, a partir de los restos de todas ellas mis antepasados volvieron a reconstruir el castillo y sus dependencias. Todo el conjunto que lo formaba era inmenso. En el centro del patio se encontraban construidas tres torres, la principal u homenaje y dos menores. La torre del homenaje era un edificio muy alto y cuadrado donde estaban las estancias principales del castillo, como eran el despacho, la cocina, el salón comedor y las habitaciones donde habitaba mi familia, por ser descendientes directos del jefe del clan; y otras dos torres menores, donde vivían otros familiares, amigos e invitados, cuando decidían visitarnos. 

Hoy había sido un día muy importante y feliz para todos los habitantes de mi clan, ya que habíamos disfrutado del matrimonio de mi hermana menor. Este tipo de celebraciones eran acontecimientos de gran diversión con una duración muy intensa, ya que se prolongaban desde el amanecer hasta bien entrada la madrugada. Todos nos unimos para lograr una hermosa fiesta para los nuevos esposos. Durante todo el día, la felicidad se propagó como una ráfaga de aire fresco que inundaba todos los rincones del viejo castillo. 

Desde el exterior aún se podía escuchar el sonido de las gaitas, acompañado de risas y cánticos de muchos de los presentes. El frío de la noche me caló los huesos y decidí retirarme a mis aposentos, ya que llevaba mucho tiempo en el exterior, observando el paisaje. Había abandonado la fiesta cuando los recién casados se despidieron de todos los presentes para disfrutar de su noche de bodas. El novio tenía una gran sonrisa tatuada en su cara y el rostro de la novia estaba inundado por el color rojo de la timidez. Había llegado el momento de disfrutar a solas de su intimidad y de su amor. Sin embargo, no con la premura que ellos quisieran, porque debían tolerar la tradición de ser acompañados por la mayoría de los varones hasta sus nuevos aposentos como esposos. Una vez allí, las risas y las bromas subidas de tono conseguirían que la inocente novia se ruborizase. Mientras, el novio debería pedirles que se marchasen y el buen humor lo inundaría todo. Este ritual familiar era muy antiguo dentro de nuestro clan y era soportado por todas las parejas de recién casados. 

Mientras caminaba por el pasillo, mis pensamientos nuevamente se centraron en el sufrimiento que había sentido durante todo ese largo día. Para todos había sido inolvidable, lleno de risas, música y alegría. No para mí, ya que hoy se había casado mi hermana con mi mejor amigo Ronald, del cual estaba enamorada desde siempre. Mi corazón estaba muy triste, ya que nunca podría conseguir su amor. Desde hacía mucho, sabía que él no me quería como esposa y fue muy duro enterarme de su amor por mi hermana menor. Aun así deseaba que fueran muy felices en su matrimonio y que la vida les bendijera con muchos hijos. 

Mi hermana Venetia era una joven muy dulce e inocente de hermoso rostro: cara ovalada, ojos oscuros y grandes, y cabello negro, largo y muy liso. Tenía por naturaleza un carácter muy tranquilo, bondadoso y solitario. Era un par de años más joven que yo, pero nuestros caracteres se compenetraban. Por eso sentía su felicidad como la mía, aunque en esta ocasión había sido muy duro ceder a mis deseos. Lo más gratificante de esta situación era que ambos estaban enamorados. Juntos formaban una pareja muy bonita y feliz, ya que Ronald también era muy apuesto, alto, fuerte, y cuando sonreía se le iluminaba la mirada. 

Conocí a Ronald cuando tenía cinco años mientras estaba intentado escalar un gran árbol. Recuerdo que no me resultó fácil, pero con su ayuda lo conseguí. Desde ese día nos convertimos en muy buenos amigos, en camaradas. Mis recuerdos de la infancia estaban llenos de travesuras con él, y ahora que miraba hacia atrás me daba cuenta de que había sido una persona muy importante en mi vida. Me ayudó a enfrentarme al mundo, ya que nací con un problema en mi pierna derecha, que es unos centímetros más corta que la izquierda. Aunque eso me había causado problemas, mi carácter fuerte y mi valentía habían logrado que me tratasen con respeto y dignidad. Recuerdo que, cuando tenía nueve años, unos chicos mayores me insultaron y se rieron de mí cuando me observaron correr. Sus burlas no me acobardaron, por lo que me enfrenté al grupo sin pensar en las consecuencias. Uno de ellos me agarró fuertemente del cabello, y su fuerza me dejó inmovilizada. Entonces Ronald me defendió y logró salvarme de ser golpeada. A partir de ese momento me enamoré de él, aunque jamás me atreví a confesar mis sentimientos. 

Mi familia pertenecía a un clan muy importante de las Highland, con una historia muy extensa, ya que lo habían precedido muchas generaciones. Mis padres se casaron muy enamorados, y mis hermanos y yo nos habíamos criado viendo el gran amor que ambos se profesaban. Desde muy pequeños nos habían enseñado que el amor es mágico y que todo lo cura, aunque a veces duela. Que la vida es una bendición y que hay muchas formas de sentirlo: con la familia, los amigos, las mascotas, tu pareja, con la libertad y con muchas cosas, si sabemos mirar detenidamente a nuestro alrededor. Mis padres, Duncan y Nairna, son mi ejemplo de vida. 

Ellos no solo me cuidaron y me inculcaron buenas enseñanzas, sino que me regalaron una familia maravillosa. Somos cuatro hermanos, dos hombres y dos mujeres; el mayor era Alasdair, que estaba casado con Rhona desde hace varios años y tenía dos hijos varones, Archie y Tay; en segundo lugar estaba yo, que era soltera y sin compromiso; luego me seguía mi hermana Venetia, casada hoy con mi amigo Ronald; y por último estaba el benjamín, su nombre era Marlon, que era mi preferido, porque había nacido diferente a todos nosotros, ya que tenía dificultad para comunicarse con los demás. Sin embargo, era muy cariñoso y siempre tenía una sonrisa para regalar. Definitivamente es un ser lleno de luz, que vino al mundo para iluminar mi vida. Entre varios de nosotros tuvo otros hijos pero murieron, unos antes de nacer y otros en edades tempranas. Todos nosotros éramos físicamente muy parecidos, pelirrojos y con los ojos de un color verde esmeralda, igual que mi padre. Sin embargo, mi hermana Venetia era diferente e igual a mi madre, pelo y ojos negros. Luego estaba Marlon, que, aun siendo pelirrojo, tenía el rostro aplanado, ojos rasgados para arriba y unas orejas muy pequeñas. Todos ellos eran el centro de mi vida y lo serían siempre. El amor no era para mí y no concebía ser la esposa de nadie por conveniencia.  

Al llegar a mi habitación, me senté en una alfombra que había junto al fuego de la chimenea. Las llamas iluminaban mi rostro y daban calor a mis frías mejillas. Eso ayudó a que mi cuerpo se llenase de calidez y consiguiera relajarme. Los acontecimientos del día me habían resultado muy pesados, ya que me habían causado gran sufrimiento por la pérdida de mi primer amor. La desesperación se instaló en mi corazón y me había resultado difícil sonreír sin forzar el gesto. Ya era hora de olvidarme de él, porque ahora era mi cuñado y no había cabida para sentimientos románticos. Tenía una tarea difícil por delante, y con la fuerza que me caracterizaba lo conseguiría, aunque el proceso sería largo y difícil...

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