ÁNGEL CAYO ATIENZA. URABÁ DE LOS KATÍOS
BIBLIOTECA DIGITAL CORELLANA
Nuestro erudito paisano Ignacio Arellano ha publicado recientemente la obra "Urabá de los Katíos" que recoge relatos inéditos de una gran figura de la literatura corellana del siglo XX, autor de otros muchos libros de distinta temática, Ángel Cayo Atienza. Como nadie mejor que él conoce la vida y obra de este ilustre corellano recogemos la presentación publicada en su blog <<El jardín de los clásicos>>.
"Corella,
tierra más bien de secano, ha producido algunos almirantes de la mar
(todo sea por buscar el agua), pintores, gobernadores de Cuba, un
presidente de Gobierno foral, bastantes frailes y unos pocos escritores.
Fraile y escritor fue Ángel Cayo Atienza Bermejo, tío abuelo mío,
misionero en las selvas colombianas, novelista, antropólogo, periodista,
gramático y teólogo, entre otras ocupaciones que llenaron una vida tan
agitada como ejemplar. Mi tío Ángel nació a principios del siglo XX en
el seno de la familia corellana de los Torteras, gobernada con mano de
hierro durante muchos años por mi abuela Josefa. Estudió en el Seminario
carmelita de Villafranca y en los tiempos anticlericales de la
República fue a parar, con otros condiscípulos, a tierras colombianas,
donde se ordenó en una ciudad de maravilloso nombre, Santa Rosa de Osos,
tomando para él el de Fray Pablo del Santísimo Sacramento.
Destinado
a misiones en las selvas de Urabá pasó varios años con los katíos, cuya
lengua aprendió y estudio en uno de sus primeros libros, la Gramática katía,
una obra que continúa la tradición de las gramáticas que ya componían
los primeros misioneros que acompañaron a la conquista de Indias. Esta
gramática es hoy un documento inapreciable para conocer algunos rasgos
de una lengua en vías de extinción, si no ya muerta, por la desaparición
progresiva de los katíos, arrollados brutalmente por la modernidad, no
siempre (ni a menudo) civilizadora. De esta época es también Al amor de los katíos,
amena y fascinante mezcla de novela y documental en las que se describe
la vida de los indios, los contactos con las ciudades medio selváticas,
la tarea de los misioneros en un mundo de naturaleza grandiosa y
violenta, la gran selva inacabable en donde nunca penetra el sol, reino
de la penumbra, de las fieras y los reptiles, donde misioneros y katíos
comparten una vida llena de dificultades y de esperanzas.
Allí estaba de jefe de la misión el padre Pascual, ingeniero eléctrico, médico y fotógrafo (algunas de sus fotografías ilustran Al amor de los katíos) además de sacerdote: poco nos imaginábamos los escolares corellanos que conocimos ya viejo y retirado al padre Pascualillo repartiendo caramelos a los niños del pueblo, que había vadeado los torrentes del Río Sucio y el Atrato, a lomos de mula o en canoa, y atravesado selvas machete en mano y rifle en bandolera para ir a dar la extremaunción en un bohío a tres días de camino o llevar una cápsula de antídoto a un picado por la serpiente mapaná.
Allí estaba de jefe de la misión el padre Pascual, ingeniero eléctrico, médico y fotógrafo (algunas de sus fotografías ilustran Al amor de los katíos) además de sacerdote: poco nos imaginábamos los escolares corellanos que conocimos ya viejo y retirado al padre Pascualillo repartiendo caramelos a los niños del pueblo, que había vadeado los torrentes del Río Sucio y el Atrato, a lomos de mula o en canoa, y atravesado selvas machete en mano y rifle en bandolera para ir a dar la extremaunción en un bohío a tres días de camino o llevar una cápsula de antídoto a un picado por la serpiente mapaná.
De esta misión de Urabá y de sus gentes, protagonistas de otra novela, Además (excelente crónica novelada de la vida de la región), sale fray Pablo para servir de capellán en la guerra civil española.
Acabada la contienda pasa algunos años en Santander y escribe por estas fechas uno de sus libros más inteligentes y luminosos, una obra de crítica literaria sobre Oscar Wilde que tituló Oscar Wilde se llamaba el hijo pródigo y una colección de originales Cuentos de cristal, breves relatos y escenas que mezclan lo poético con lo costumbrista. Destinado a Panamá, funda un periódico, El Lábaro, desde el que se opone a la política educativa del dictador panameño de turno, Arnulfo Arias, por lo que fray Pablo ha de salir huyendo súbitamente y refugiarse en la parte norteamericana del canal. De regreso a España, problemas internos en la orden carmelita en torno a la organización de las diferentes provincias, acaban provocando su salida de la orden (nunca, sin embargo, dejó de ser carmelita en su sentimiento) y vuelve a Colombia, donde incorporado al clero secular se desempeña como párroco durante casi medio siglo en varias parroquias de la ciudad de Cúcuta, donde muere y en cuya catedral de San José está sepultado. En estas décadas produce el núcleo de su obra literaria: novelas como El astuto Kudukú, La sobrina vedette y el tío cura, La torre vendida (un símbolo que evoca la torre del Rosario, iglesia de su Corella natal), libros de teología como Adán, Cristo y yo, una extensa colección de relatos inéditos todavía (Urabá), o infinitos artículos en los periódicos de Cúcuta, además de varios programas radiofónicos…
Son libros en los que convierte en ficción novelesca su experiencia personal, abundante en aventuras y emociones, a través de un contacto íntimo con los pobladores de sus parroquias, desde la violencia extrema de los barrios marginales cucuteños con asesinatos cotidianos y pobreza escandalosa, a su rebeldía intelectual frente a toda claudicación de la conciencia y de la inteligencia, lo que le llevó a enfrentarse tanto a la injusticia de los oligarcas como a las inhumanas brutalidades de la guerrilla (por milagro llegó a viejo). Los suyos son libros apasionados, que toman partido, que luchan y defienden, que comprenden también, y recogen en sus páginas episodios, ideas y personajes a los que Ángel Cayo Atienza (o fray Pablo) entregó su vida. Corella, que abandonó muy pronto, aparece siempre en el fondo de su recuerdo: es el pueblo de Araciel donde se desarrolla gran parte de La torre vendida, y otros episodios de sus libros. Sobre esa pertinacia de la memoria infantil, su otra patria, no menos importante, es la Colombia en donde pasó la mayor parte de su vida, y sobre todo Cúcuta, ciudad de tierra caliente, que lo reconoció como uno de sus habitantes más emblemáticos.
Acabada la contienda pasa algunos años en Santander y escribe por estas fechas uno de sus libros más inteligentes y luminosos, una obra de crítica literaria sobre Oscar Wilde que tituló Oscar Wilde se llamaba el hijo pródigo y una colección de originales Cuentos de cristal, breves relatos y escenas que mezclan lo poético con lo costumbrista. Destinado a Panamá, funda un periódico, El Lábaro, desde el que se opone a la política educativa del dictador panameño de turno, Arnulfo Arias, por lo que fray Pablo ha de salir huyendo súbitamente y refugiarse en la parte norteamericana del canal. De regreso a España, problemas internos en la orden carmelita en torno a la organización de las diferentes provincias, acaban provocando su salida de la orden (nunca, sin embargo, dejó de ser carmelita en su sentimiento) y vuelve a Colombia, donde incorporado al clero secular se desempeña como párroco durante casi medio siglo en varias parroquias de la ciudad de Cúcuta, donde muere y en cuya catedral de San José está sepultado. En estas décadas produce el núcleo de su obra literaria: novelas como El astuto Kudukú, La sobrina vedette y el tío cura, La torre vendida (un símbolo que evoca la torre del Rosario, iglesia de su Corella natal), libros de teología como Adán, Cristo y yo, una extensa colección de relatos inéditos todavía (Urabá), o infinitos artículos en los periódicos de Cúcuta, además de varios programas radiofónicos…
Son libros en los que convierte en ficción novelesca su experiencia personal, abundante en aventuras y emociones, a través de un contacto íntimo con los pobladores de sus parroquias, desde la violencia extrema de los barrios marginales cucuteños con asesinatos cotidianos y pobreza escandalosa, a su rebeldía intelectual frente a toda claudicación de la conciencia y de la inteligencia, lo que le llevó a enfrentarse tanto a la injusticia de los oligarcas como a las inhumanas brutalidades de la guerrilla (por milagro llegó a viejo). Los suyos son libros apasionados, que toman partido, que luchan y defienden, que comprenden también, y recogen en sus páginas episodios, ideas y personajes a los que Ángel Cayo Atienza (o fray Pablo) entregó su vida. Corella, que abandonó muy pronto, aparece siempre en el fondo de su recuerdo: es el pueblo de Araciel donde se desarrolla gran parte de La torre vendida, y otros episodios de sus libros. Sobre esa pertinacia de la memoria infantil, su otra patria, no menos importante, es la Colombia en donde pasó la mayor parte de su vida, y sobre todo Cúcuta, ciudad de tierra caliente, que lo reconoció como uno de sus habitantes más emblemáticos.
Las
abundantes páginas que escribió constituyen una crónica siempre
interesante de muchas inquietudes características de la época y las
geografías en que vivió, un testimonio admirable de su fe religiosa y de
su fe en la inteligencia, llenas de humor a veces, de rebeldía otras,
de vida siempre. Estos libros, casi todos difícilmente asequibles,
publicados en Santander en la posguerra, o en Colombia, merecerían
alguna reedición. Al amor de los katíos, Cuentos de cristal o los inéditos relatos de Urabá
serían un buen inicio. No estaría fuera de lugar que el Excelentísimo
Ayuntamiento de Corella y la Institución Príncipe de Viana se tomaran
algún interés en esta empresa. La figura y la obra de Ángel Cayo Atienza
lo merecen".
Si quieres leer este libro puedes descargarlo aquí, en formato pdf
Si quieres leer este libro puedes descargarlo aquí, en formato pdf
Ignacio Arellano
es Catedrático de la Universidad de Navarra, especialista en
literatura del Siglo de Oro. Ha publicado unos ciento cincuenta
libros y cerca de cuatrocientos artículos en revistas
especializadas. Es autor también del blog «El
jardín de los clásicos».
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